LA PINTURA DE FERNANDO DE LA JARA
Afán de maravilla. Delicada sensibilidad y recreación exquisita de lo sensible. Una manera de poesía, con formas y colores, en constante evolución; de lo complejo a lo simple. Además pureza de linea que deja perplejo y encanta.
Dentro de la tradición occidental, expresión de una sensibilidad esencialmente latinoamericana; peruana, limeña, con acentos nórdicos de Europa y nostalgia del Mediterráneo.
Ahora y siempre - entre niño y adolecente - asombro ante el misterio de las cosas.
Atención a los detalles, recreados minuciosamente por el placer del milagro. De lo visible a lo invisible. Fascinación por los encajes
y las enaguas. Exaltación de la doncella, puerta a jardín de delicias iluminado.
Realista, re-crea la realidad sólo como resuena en su conciencia – pasando,
así, por la abstracción. Creación frágil en este mundo contemporáneo, donde se evita la resonancia: “que nada resuene dentro de nuestros corazones”, parece ser la pedagogía práctica corriente.
Pintor galante, cómo siente las maravillas que la vida le deja ver; tan pudorosa, tan seductora...
Utilizando pinceles y colores, generalmente al oleo, él pinta
con amor y ritmo; en los últimos años, recurre a la sabiduría griega
en la pintura y aprende con Polignoto. Su ayuno de colores; un banquete de armonía.
Hay como una promesa encerrada de primavera.
Escrito el 4 de Septiembre del año 2001
en Puri – Bali
Symeon |